En los últimos años, la utilización con fines medicinales de preparados de Cannabis sativa L. (Cannabaceae), comúnmente denominada “cannabis”, tales como los aceites de “cannabis”, se ha transformado en una problemática social que pone en tensión aspectos legales, sanitarios, científicos y culturales. En la mayoría de las legislaciones nacionales, incluida el “cannabis” y sus derivados están clasificados como estupefacientes y sustancia de uso restringido a fines médicos o de investigación(1). Esta clasificación, vinculada a dependencia, adicción y narcotráfico, genera en gran parte de la sociedad una idea de peligrosidad para la salud, que entra en conflicto con sus posibles usos medicinales(2). Otro aspecto controvertido es su eficacia en un espectro de indicaciones terapéuticas. En la literatura científica se mencionan varias patologías en las que los extractos de “cannabis” y sus principales cannabinoides (principios activos) han sido utilizados con un grado variable -y en muchos casos cuestionable- de eficacia terapéutica, como son: algunos tipos de cáncer; espasticidad muscular; dolores crónicos; anorexia; epilepsia; estimulación del apetito en pacientes con HIV; síndrome de Tourette; entre otros(3-6). Sin embargo, la eficacia y la seguridad de estas sustancias todavía permanecen en discusión, debido a numerosas deficiencias metodológicas en los ensayos clínicos como el reducido número de pacientes, la escasez de ensayos clínicos comparativos con otras alternativas terapéuticas, la corta duración de los estudios, la variabilidad en dosis y productos utilizados, entre las principales. Excepto en epilepsia refractaria, para la cual la certeza de la evidencia disponible es moderada, ya que c
Resulta importante destacar que, en general, se plantea el uso de los cannabinoides como un potenciador o coadyuvante del tratamiento de base, que permitiría suprimir o reducir la dosis de algún fármaco. Consecuentemente, no se considera el uso de “cannabis” como único tratamiento ni como primera opción terapéutica para ninguna condición clínica
Dada esta problemática y en función de no lograr una contención efectiva en el marco del sistema de salud, muchos pacientes y sus familiares se organizan en agrupaciones o colectivos sociales, para compartir conocimientos, empíricos o teóricos, formales o informales. En estos espacios se abordan aspectos relacionados a los efectos terapéuticos y a la forma de conseguir muestras de aceite de “cannabis” con determinadas características, compartiendo y promoviendo incluso acciones de “autocultivo” de la planta de “cannabis”, para la elaboración posterior de aceites. Estas agrupaciones, en algunos casos, están formalizadas como Fundaciones y, en otros, son colectivos sociales con cierto grado de articulación operativa, fundamentalmente a través de redes sociales; quienes, además, mantienen encuentros o reuniones con cierta periodicidad. Desde estos colectivos surgen actualmente demandas concretas orientadas a establecer nuevos marcos legales y sanitarios superadores(14,15).
La planta de “cannabis” (nombre popular asociado a fines medicinales
que se diferencia del nombre vulgar “marihuana” asociado a efectos psicoactivos) corresponde a la especie Cannabis sativa L. (Cannabaceae), incluidos sus morfotipos y quimiotipos(16). Contiene una mezcla compleja de sustancias químicas entre las que se encuentran alrededor de 120 compuestos terpeno-fenólicos, farmacológicamente activos, denominados cannabinoides, de los cuales los más estudiados son el cannabidiol (CBD) y el delta-9- tetrahidrocannabinol (Δ9-THC o simplemente THC)(17). El aceite de “cannabis” se prepara a partir de un extracto vegetal concentrado, obtenido por extracción de las flores secas y en algunos casos, también de las hojas superiores de la planta de “cannabis”, que luego es vehiculizado en un aceite fijo para su posterior utilización. El propósito de la extracción es disponer de los cannabinoides en altas concentraciones y en su forma activa(18). Sin embargo, la composición química (cualitativa y cuantitativa) del extracto y del aceite preparado a partir de éste, está vinculada a muchos factores tales como: morfotipo/quimiotipo de “cannabis” utilizado; condiciones de cultivo; forma de recolección y desecación de la planta; partes de la planta utilizada y método de extracción empleado. La falta de estandarización de los métodos utilizados en la producción de extractos y aceites, como la selección del propágulo a cultivar (tipo de semilla, esqueje, clon), puede influir significativamente en el contenido relativo de los cannabinoides presentes en los productos finales, con el consecuente impacto en el efecto terapéutico posterior, dado que distintas proporciones de cannabinoides pueden conducir a efectos terapéuticos y adversos diferentes(19). Debido a que la cadena de provisión no está formalizada, no hay garantías de composición ni de calidad; por lo que estos aspectos son directamente testeados con la respuesta del paciente usuario. La situación se torna compleja si se considera que, además, la utilización terapéutica de cannabinoides puede producir efectos adversos. En la literatura científica los efectos adversos más frecuentemente descriptos son: somnolencia, mareos, fatiga, sequedad de boca, debilidad muscular, dolor muscular y palpitaciones; y con menor frecuencia: desorientación, sensación de embriaguez, alteraciones de la memoria y la capacidad de concentración, temblores, incoordinación motora, náuseas, hipotensión, taquicardia, estreñimiento, visión borrosa, nerviosismo, ansiedad, depresión, paranoia y alucinaciones(2,5,20). La mayoría de estos efectos adversos fueron reportados durante el uso terapéutico de formulaciones estandarizadas de cannabinoides y, por lo tanto, la incidencia y gravedad de los mismos, no puede extenderse a preparaciones artesanales de aceite de “cannabis”.
En este contexto general, es importante investigar sobre los siguientes interrogantes: ¿qué composición tienen las muestras que se utilizan en nuestro entorno regional?; ¿cuál es el espectro de afecciones/patologías para las que se usa?; ¿qué eventos adversos se manifiestan?; ¿cuáles son los factores principales que tienen en cuenta los usuarios y sus familiares para la toma de decisiones en torno a esta problemática?
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